CAPITULO 4
¡Matador!
La tercera fue la vencida. Chilavert condujo a Paraguay en el camino correcto para clasificar al Mundial Francia '98, no sin antes protagonizar hechos polémicos.
Sabía que era el líder del equipo. Por eso, al inicio del proceso, arregló un premio especial si lograba el pase mundialista.
La antesala del encuentro frente a Uruguay, en el Centenario, se le acercó Oscar Harrison, presidente de la Liga Paraguaya, para acordar el premio por ese partido.
- Mirá, José Luis, me parece que por el empate le podemos dar...
- Perdón, Harrison, ¿cómo por el empate? ¡Nosotros vinimos a ganar!
-Bueno, está bien, pero si empatamos es un buen resultado
-Hagamos una cosa: arreglemos el premio, pero si ganamos, usted me da ese Rolex que tiene en la muñeca.
-No hay problemas, Chila. Si ganamos, te lo llevás...
-Listo... ah, dígale a sus colegas uruguayos que si quieren, mojen la cancha, que a mí me gusta jugar con la cancha embarrada...
Fue una fiera, el "1" paraguayo y Paraguay ganó 2-0.
En el vestuario del estadio Centenario, José Luis Chilavert cambiaba de brazo uno de los modelos más caros de reloj, valuado en 10,000 dólares.
Así se maneja, así se hace cargo de la presión, así ejerce el liderazgo. Porque lo siente. Y porque le gusta cargarse con las puteadas. Su frase de cabecera no es otra que: ¡Ganar!
Guerra en Argentina
"Me gusta que me griten, que me insulten". De acuerdo a una de sus frases preferidas, no podía tener mejor marco Chilavert los días previos al choque en Argentina, un país donde decirle "paraguayo" a alguien es una ofensa.
Ante los reporteros, el guardameta creó un clima a su alrededor. Primero, tocó el tema de la bronca con Ruggieri. "Como muchos, busca sobresalir hablando mal de mí. Yo no puedo colocarme a su altura, él está en el final de su carrera", le contestó.
Ni siquiera se salvó Diego Maradona, el dios de los hinchas argentinos.
"Ese señor (Maradona) me quiere hacer un juicio porque se consideró agraviado cuando le hice recordar el tema de su adicción a las drogas, cuando él es el primero en ofender. Dijo que me dedique a educar a los niños paraguayos. Acá no atacó solamente a Chilavert, sino a todo un pueblo. No me asusta que me inicie un juicio; si quiere guerra, se la daré...".
Desde Canadá, Maradona le dijo a sus compatriotas: "Paremos de hablar de él, es paraguayo, ipensemos más en los nuestros!".
Y por si fuera poco, el entonces entrenador de Argentina, Daniel Passarella, le había puesto unas fichitas a su ya súper inflado ego, cuando declaró que "Chilavert representa para Paraguay lo que Batistuta para Argentina".
No había dudas. Paraguay no era el rival, el rival era Chilavert. Y eso, al hombre de la película, le encantaba, al punto de que el propio Batistuta, desde el búnker de Ezeiza, explotó cuando le preguntaron por el arquero: "La verdad, no sé por qué se habla tanto de ese arquero, si en Europa no lo conoce nadie. Estoy harto de hablar pelotudeces como éstas. Ojalá que el domingo ataje Chilavert y ganemos 20 a 0...".
"Chila" contra todos
El domingo fue el día. Audios e imágenes por vía satélite, películas ya reveladas, daban cuenta del duelo entre la selección argentina y un hombre. ¿Podía un solo jugador ponerle el pecho a un equipo valuado en 70 millones de dólares? ¿Fue el periodismo el que creó el partido de 11 contra 1? ¿Era para tanto proyectar la historia de un partido pensando en un tiro libre en el área de Argentina, en un zurdo que se cruza toda la cancha, en un arquero que ya había recibido la afrenta en un Vélez-River, cuando el paraguayo se acercó a 60 metros e hizo que su colega "estuviera cazando pajaritos"?
Nadie sabe si eso fue poco, mucho o lo único que parecía que iba a pasar.
A la salida del plantel hacia el Monumental, en el lobby del hotel Intercontinenal, Chilavert se encontró con el pedido de periodistas argentinos para hacer una nota: "¿Ahora les importa Paraguay? Si acá dicen que no existe...", se despachó.
Fue cuando Hugo Roseti, fotógrafo del diario "La Prensa", escuchó la frase y le comentó a su compañero Jordi Canta: "No podes morderle la mano a quien te da de comer". El arquero lo escuchó, le increpó con un "iQué dijiste vos?!", antes de tirarle un cachetazo. Al final, lo separaron.
Cuando entró, encabezando la fila, a reconocer el campo de juego, le tiraron una naranja, la agarró y se la comió. Antes de retirarse, se agarró de la campera con los colores de su bandera, la mostró a los hinchas argentinos y se metió en el vestuario.
¡Otro bombazo!
Eran las 16:09 y unas 30.000 personas ya poblaban el anillo del Monumental. Chilavert piso el gramado del Monumental vestido todo de negro, bulldog rabioso en su pecho. En la popular y la platea guaraní lo recibió como quien lo hace con un Mesías. El resto empezó a silbarlo. Y se fue a su arco. No iba solo, unos 20 fotógrafos empezaron la carrera paralela por la pista de atletismo. Estaban detrás de su portería aguardando el momento de eternizar el momento en el que yacería derrotado.
Y ese momento llegó. Tiro libre. Batistuta remata con comba y le clava el balón en su propio palo. Muchos creyeron que él estaba muerto, pero "Chila" es como la hierba mala, nunca muere.
Tras recibir el gol se persignó y elevó una plegaria: "Dios, te pido, por favor, un tiro libre cerca del área argentina... sólo eso".
Los milagros existen. Falta cerca del área rival. Chilavert sonríe por primera vez. Cruza toda la cancha y acomoda el balón. La barrera albiceleste lo espera con dientes apretados. De lejos, mira al "Mono" Burgos, a quien había flagelado en el Vélez-River. El verdugo vestido de negro aprieta el gatillo. Un tiro con efecto, elevado. Burgos adivina y se lanza, pero calcula mal y la pelota se introduce. Chilavert y Paraguay estallan en júbilo.
Un "iPrrrüf!" se escuchó en medio de un silencio de 70.000 mortales. El brasileño Antonio Pereira Da Silva apuntó con su índice derecho el lugar de la tragedia. Al instante, Chilavert en mayúsculas en su espalda, emprendió la carrera de 80 metros sin vallas...
Una imagen, al final de la noche. Argentina no tiene nada que festejar, y camina buscando el túnel. Paraguay se lleva en andas al héroe que gozaba sin pensar que en algunos días más tendría que seguir manejando un auto, caminando entre argentinos y viviendo en Buenos Aires, donde, ahora sí, lo empezaban a odiar de verdad...
Precursor nacional
Había llegado el lunes 26 de agosto a Asunción, y desde allí disparó sus dardos de zurda. Siempre se sintió en el centro de la escena, y sus compañeros lo asumen como tal. El miércoles 28 puso su pecho para recibir -de manos de Juan Carlos Wasmosy, Presidente de la República-la medalla de "Honor al Mérito Deportivo". Estaba en su salsa... Si hasta escuchó a unos 300 compatriotas que se acercaron a los entrenamientos en Luque, su ciudad, el grito de "¡Chilavert Presidente!". El arquero, rápido de reflejos, respondió: "Para ser Presidente del Paraguay voy a depender de ustedes. Pero primero tengo que ser intendente de Luque".
Rumbo a Francia
Llegaron luego otros partidos. En la revancha ante Colombia en Asunción, Chilavert se enfrascó en un duelo con Faustino Asprilla, quien le había anotado en Barranquilla y festejó con sus clásicas piruetas. El portero no olvidó esto, y en su cancha se peleó con el delantero. Incluso, tras ser expulsados, el portero buscó al "Tino" y armó una gresca en el banco colombiano.
A Perú lo esperó con ansias en febrero del '97. Insultó a varios rojiblancos. Empezó por el portero uruguayo Julio César Balerio. "Es tan mediocre que fue suplente toda su vida y para atajar tuvo que irse al Perú". Y sobre Jorge Soto... "¿Quién es Soto?... No lo conozco, no existe para el fútbol". El propio Soto volvería a anotarle la noche que Cristal eliminó a Vélez en la Libertadores.
Ganó Paraguay 2-1 y el portero festejó con furia porque recordaba que fueron los peruanos quienes lo sacaron de carrera a Estados Unidos '94.
Al final, Paraguay clasificó segundo con 29 puntos, uno menos que Argentina. Anotó 23 goles y recibió 13. Por fin, Chilavert tendría la oportunidad de exhibirse ante todo el mundo.
La tercera fue la vencida. Chilavert condujo a Paraguay en el camino correcto para clasificar al Mundial Francia '98, no sin antes protagonizar hechos polémicos.
Sabía que era el líder del equipo. Por eso, al inicio del proceso, arregló un premio especial si lograba el pase mundialista.
La antesala del encuentro frente a Uruguay, en el Centenario, se le acercó Oscar Harrison, presidente de la Liga Paraguaya, para acordar el premio por ese partido.
- Mirá, José Luis, me parece que por el empate le podemos dar...
- Perdón, Harrison, ¿cómo por el empate? ¡Nosotros vinimos a ganar!
-Bueno, está bien, pero si empatamos es un buen resultado
-Hagamos una cosa: arreglemos el premio, pero si ganamos, usted me da ese Rolex que tiene en la muñeca.
-No hay problemas, Chila. Si ganamos, te lo llevás...
-Listo... ah, dígale a sus colegas uruguayos que si quieren, mojen la cancha, que a mí me gusta jugar con la cancha embarrada...
Fue una fiera, el "1" paraguayo y Paraguay ganó 2-0.
En el vestuario del estadio Centenario, José Luis Chilavert cambiaba de brazo uno de los modelos más caros de reloj, valuado en 10,000 dólares.
Así se maneja, así se hace cargo de la presión, así ejerce el liderazgo. Porque lo siente. Y porque le gusta cargarse con las puteadas. Su frase de cabecera no es otra que: ¡Ganar!
Guerra en Argentina
"Me gusta que me griten, que me insulten". De acuerdo a una de sus frases preferidas, no podía tener mejor marco Chilavert los días previos al choque en Argentina, un país donde decirle "paraguayo" a alguien es una ofensa.
Ante los reporteros, el guardameta creó un clima a su alrededor. Primero, tocó el tema de la bronca con Ruggieri. "Como muchos, busca sobresalir hablando mal de mí. Yo no puedo colocarme a su altura, él está en el final de su carrera", le contestó.
Ni siquiera se salvó Diego Maradona, el dios de los hinchas argentinos.
"Ese señor (Maradona) me quiere hacer un juicio porque se consideró agraviado cuando le hice recordar el tema de su adicción a las drogas, cuando él es el primero en ofender. Dijo que me dedique a educar a los niños paraguayos. Acá no atacó solamente a Chilavert, sino a todo un pueblo. No me asusta que me inicie un juicio; si quiere guerra, se la daré...".
Desde Canadá, Maradona le dijo a sus compatriotas: "Paremos de hablar de él, es paraguayo, ipensemos más en los nuestros!".
Y por si fuera poco, el entonces entrenador de Argentina, Daniel Passarella, le había puesto unas fichitas a su ya súper inflado ego, cuando declaró que "Chilavert representa para Paraguay lo que Batistuta para Argentina".
No había dudas. Paraguay no era el rival, el rival era Chilavert. Y eso, al hombre de la película, le encantaba, al punto de que el propio Batistuta, desde el búnker de Ezeiza, explotó cuando le preguntaron por el arquero: "La verdad, no sé por qué se habla tanto de ese arquero, si en Europa no lo conoce nadie. Estoy harto de hablar pelotudeces como éstas. Ojalá que el domingo ataje Chilavert y ganemos 20 a 0...".
"Chila" contra todos
El domingo fue el día. Audios e imágenes por vía satélite, películas ya reveladas, daban cuenta del duelo entre la selección argentina y un hombre. ¿Podía un solo jugador ponerle el pecho a un equipo valuado en 70 millones de dólares? ¿Fue el periodismo el que creó el partido de 11 contra 1? ¿Era para tanto proyectar la historia de un partido pensando en un tiro libre en el área de Argentina, en un zurdo que se cruza toda la cancha, en un arquero que ya había recibido la afrenta en un Vélez-River, cuando el paraguayo se acercó a 60 metros e hizo que su colega "estuviera cazando pajaritos"?
Nadie sabe si eso fue poco, mucho o lo único que parecía que iba a pasar.
A la salida del plantel hacia el Monumental, en el lobby del hotel Intercontinenal, Chilavert se encontró con el pedido de periodistas argentinos para hacer una nota: "¿Ahora les importa Paraguay? Si acá dicen que no existe...", se despachó.
Fue cuando Hugo Roseti, fotógrafo del diario "La Prensa", escuchó la frase y le comentó a su compañero Jordi Canta: "No podes morderle la mano a quien te da de comer". El arquero lo escuchó, le increpó con un "iQué dijiste vos?!", antes de tirarle un cachetazo. Al final, lo separaron.
Cuando entró, encabezando la fila, a reconocer el campo de juego, le tiraron una naranja, la agarró y se la comió. Antes de retirarse, se agarró de la campera con los colores de su bandera, la mostró a los hinchas argentinos y se metió en el vestuario.
¡Otro bombazo!
Eran las 16:09 y unas 30.000 personas ya poblaban el anillo del Monumental. Chilavert piso el gramado del Monumental vestido todo de negro, bulldog rabioso en su pecho. En la popular y la platea guaraní lo recibió como quien lo hace con un Mesías. El resto empezó a silbarlo. Y se fue a su arco. No iba solo, unos 20 fotógrafos empezaron la carrera paralela por la pista de atletismo. Estaban detrás de su portería aguardando el momento de eternizar el momento en el que yacería derrotado.
Y ese momento llegó. Tiro libre. Batistuta remata con comba y le clava el balón en su propio palo. Muchos creyeron que él estaba muerto, pero "Chila" es como la hierba mala, nunca muere.
Tras recibir el gol se persignó y elevó una plegaria: "Dios, te pido, por favor, un tiro libre cerca del área argentina... sólo eso".
Los milagros existen. Falta cerca del área rival. Chilavert sonríe por primera vez. Cruza toda la cancha y acomoda el balón. La barrera albiceleste lo espera con dientes apretados. De lejos, mira al "Mono" Burgos, a quien había flagelado en el Vélez-River. El verdugo vestido de negro aprieta el gatillo. Un tiro con efecto, elevado. Burgos adivina y se lanza, pero calcula mal y la pelota se introduce. Chilavert y Paraguay estallan en júbilo.
Un "iPrrrüf!" se escuchó en medio de un silencio de 70.000 mortales. El brasileño Antonio Pereira Da Silva apuntó con su índice derecho el lugar de la tragedia. Al instante, Chilavert en mayúsculas en su espalda, emprendió la carrera de 80 metros sin vallas...
Una imagen, al final de la noche. Argentina no tiene nada que festejar, y camina buscando el túnel. Paraguay se lleva en andas al héroe que gozaba sin pensar que en algunos días más tendría que seguir manejando un auto, caminando entre argentinos y viviendo en Buenos Aires, donde, ahora sí, lo empezaban a odiar de verdad...
Precursor nacional
Había llegado el lunes 26 de agosto a Asunción, y desde allí disparó sus dardos de zurda. Siempre se sintió en el centro de la escena, y sus compañeros lo asumen como tal. El miércoles 28 puso su pecho para recibir -de manos de Juan Carlos Wasmosy, Presidente de la República-la medalla de "Honor al Mérito Deportivo". Estaba en su salsa... Si hasta escuchó a unos 300 compatriotas que se acercaron a los entrenamientos en Luque, su ciudad, el grito de "¡Chilavert Presidente!". El arquero, rápido de reflejos, respondió: "Para ser Presidente del Paraguay voy a depender de ustedes. Pero primero tengo que ser intendente de Luque".
Rumbo a Francia
Llegaron luego otros partidos. En la revancha ante Colombia en Asunción, Chilavert se enfrascó en un duelo con Faustino Asprilla, quien le había anotado en Barranquilla y festejó con sus clásicas piruetas. El portero no olvidó esto, y en su cancha se peleó con el delantero. Incluso, tras ser expulsados, el portero buscó al "Tino" y armó una gresca en el banco colombiano.
A Perú lo esperó con ansias en febrero del '97. Insultó a varios rojiblancos. Empezó por el portero uruguayo Julio César Balerio. "Es tan mediocre que fue suplente toda su vida y para atajar tuvo que irse al Perú". Y sobre Jorge Soto... "¿Quién es Soto?... No lo conozco, no existe para el fútbol". El propio Soto volvería a anotarle la noche que Cristal eliminó a Vélez en la Libertadores.
Ganó Paraguay 2-1 y el portero festejó con furia porque recordaba que fueron los peruanos quienes lo sacaron de carrera a Estados Unidos '94.
Al final, Paraguay clasificó segundo con 29 puntos, uno menos que Argentina. Anotó 23 goles y recibió 13. Por fin, Chilavert tendría la oportunidad de exhibirse ante todo el mundo.